¿Piratas Modernos? o ¿Enigmas?

El Triangulo de las Bermudas
CINCO GRANDES INCÓGNITAS

Algunos de los protagonistas de una extraña historia aún sin aclararse.
Arriba y a la izquierda, el cuatrimotor de la British South American Airways, perdido en enero de 1948, abajo y a la izquierda, los restod de un Avenger incendiándose.
En las otras tres fotos, el FB-50 de la US Air Force desaparecido el 8 de enero de 1962; el Gloria Colite, barco registrado en Saint Vincent, Indias Occidentales Británicas, que en febrero de 1940 apareció inexplicablemente abandonado, y el Marine Sulphur Queen, cisterna de la US Navy perdida en febrero de 1963.
Hay un lugar del planeta, en las inmediaciones del mar de los Sargazos, donde la brújula enloquece y los hombres se tornan irritables y medrosos.
Nadie se explica por qué ocurre eso. Por algún motivo ignorado, ese rincón del Océano Atlántico, plagado de algas gigantes y donde a la absoluta falta de vientos suceden enormes tormentas, es el sitio más peligroso del mundo. Allí, el almirante Cristóbal Colón -dos días antes de llegar a tierra americana- tuvo miedo por primera vez en su vida. Fue cuando su nave entró de pronto en aguas calmas, de amenazante blancura, y también el cielo y el horizonte se pintaron de blanco. Durante largas horas -escribió el marino esa noche en su diario de viaje- los hombres permanecieron en silencio, mirando aquel mar incoloro.
Herman Melville llenó muchas páginas de Moby Dick tratando de explicar el terror que producía en la tripulación del Pequod la blancura insoportable de la ballena. El pánico del que habla Melville es el mismo que se experimenta al penetrar en el triángulo imaginario que abarca el mar de los Sargazos y que tiene por vértices a la ciudad de Miami, en la Florida, las playas de Arecibo (en Puerto Rico) y las islas Bermudas.
Es un contorno siniestro, donde todo es posible. Aún lo más espantoso. Después de las zozobras apuntadas por Colón en su bitácora, se sucedieron en esa parte del océano -durante varios siglos y aún siguen ocurriendo- una serie de hechos que resultan perturbadores y enigmáticos: naufragios imposibles, barcos hundidos que vuelven a flotar en forma inesperada, hermosos bergantines hallados con sus velas desplegadas y ninguna persona a bordo, como si sus tripulantes se hubiesen volatilizado, aviones y helicópteros perdidos para siempre. Y una cosa extraña que produce asombro: nunca se halló ningún resto de navíos o de aviones, jamás se rescató un cadáver. El 5 de diciembre de 1945, una escuadrilla de cinco aviones Avenger despegó de la base naval de Fort Lauderdale para realizar un ejercicio de instrucción en esa zona que muchos creen diabólica. En las planillas militares, la misión estaba señalada con el nombre de Vuelo 19. Ese miércoles un frente de densas nubes atravesó la península de Florida de este a oeste, presagiando una tormenta inminente.


Pero al mediodía el cielo estaba límpido y sólo soplaban algunos vientos de superficie, frescos y suaves, característico de esa época del año. Todo se desarrolló en forma normal hasta que, a las 4 de la tarde, se quebró la calma en la torre de control de Fort Lauderdale. Uno de los operadores de radio escuchó por su canal abierto un repertorio mensaje de auxilio proveniente de un avión en vuelo. Respondió inmediatamente y entabló con el piloto el siguiente diálogo:-Llamando a la torre...es una emergencia... parecemos haber perdido el rumbo... no podemos ver tierra... repito, no podemos ver tierra...-. Era la voz del teniente Charles Taylor, que comandaba el Vuelo 19.-¿Cuál es su posición?- preguntó el controlador.-No estamos seguros- contestó Taylor- Parecemos estar perdidos.-Pongan rumbo al oeste- le ordenó el controlador.-No estamos seguros de hacia dónde está el oeste... todo está mal... es algo muy extraño... no podemos estar seguros de ningún rumbo... incluso el océano no aparece como debiera ser...- fue la sorprendente respuesta.
En la torre no sabían qué procedimiento debían seguir. Aun suponiendo que no les funcionara la brújula, bastaba ir hacia el sol poniente -que en ese momento estaba casi sobre el horizonte- para encontrar el rumbo hacia la base. Durante los minutos siguientes la torre escuchó por el canal abierto de radio los mensajes que se intercambiaban entre sí los pilotos de las cinco máquinas. La mayoría de ellos eran confusos y hasta absurdos. El comandante Taylor era un hombre muy experimentado, que hacía varios años que volaba en los Avenger. Estos aviones, por su parte, eran máquinas muy seguras, con gran autonomía de vuelo y capaces de desarrollar unavelocidad de 500 kilómetros por hora con carga completa.

En las alas, de 15 metros de envergadura, poseían dos ametralladoras de grueso calibre y llevaban un gran torpedo bajo el fuselaje. Algograve estaba sucediendo. Algunos estaban francamente histéricos.
Inesperadamente, no se sabe por qué, el comandante de Vuelo 19 le pidió a su segundo, el capitán George Stivers, que tomara el mando. En la torre, el jefe de controladores le rogó al piloto que se serenase y le contara con detalles lo que estaba ocurriendo. -Son las 16.25- dijo Stivers-... no estamos seguros de dónde nos hallamos... debemos estar a unos 350 kilómetros al nordeste de la base... parece como si estuviéramos...-. Una fuerte estática impidió que se escuchara el resto de la frase. Al rato la comunicación se restauró y el diálogo fue así: -Parece como si estuviéramos en aguas blancas. ¡Estamos completamente perdidos!-.
Fue lo último que se le oyó decir a Stivers. Después la radio se sumió en un completo silencio y nunca más se supo nada del Vuelo 19 y de los 14 hombres que lo integraban. Había pasado dos horas y diecisiete minutos desde que despegaran de Fort Lauderdale, cerca de Miami.
Inmediatamente se inició una búsqueda que sólo iba a producir una nueva tragedia. En ella participó un hidroavión Martín Mariner PBM, una de las máquinas más perfectas de su época.
Nunca volvió a su base y jamás se supo que le había pasado. No se hallaron restos del aparato ni de los 13 hombres que lo tripulaban, todos expertos es operaciones de rescate naval. En 1991, el Deep See -un barco norteamericano de exploración submarina que buscaban los restos de un galeón español hundido en la zona- encontró, a 180 metros de profundidad y a 18 kilómetros de la costa, varios aviones del tipo Avenger clavados en el fondo del mar. Se los podía ver claramente en un video captado por una de las hondas robotizadas del barco. Al principio, los investigadores creyeron que estaban ante un hecho inusitado: si se trataba de la Patrulla Perdida (como se llamó más tarde al Vuelo 19) sería la primera vez que se hallaban restos de aviones accidentados en esos peligrosos mares.
Sin embargo, al examinar un nuevo video se tuvo la certeza de que no se trataba de la escuadrilla de Taylor.
Ninguna de las matrículas de las máquinas filmadas coincidía con las de los aviones del Vuelo 19. Con lo cual el misterio no sólo siguió siendo un misterio sino que el enigma se duplicó: en los archivos navales no había ningún registro de que los Avenger encontrados hubiesen desaparecido o se hubieran estrellado en el mar. ¿Desde cuándo yacían allí? ¿Por qué estaban en ese sitio, situados a sólo 18 kilómetros de Miami y de Fort Lauderdale? La marina de los Estados Unidos no dijo nunca nada y tampoco intentó una exploración del sitio para analizar detalladamente esos restos. ¿Por qué? No hubo respuesta.
No era la primera vez, sin embargo, que la marina de los Estados Unidos permanecía en silencio.
En 1964, el investigador Vincent Gadis publicó un libro en el cual recopilaba decenas de misteriosos desaparecidos en esa área, que él bautizó con el nombre de "Triángulo de las Bermudas", sin que la marina diera ninguna explicación. Ese nombre usado por Gadis habría de popularizarse en 1974, cuando el escritor Charles Berlitz, en su libro El triángulo de las Bermudas, relacionó las enigmáticas desapariciones con las oleadas de ovnis que se observaban periódicamente sobre la península de Florida.

Y agregaba una hipótesis sorprendente. Según él, en ese lugar del océano están los restos de la Atlántida, la mítica civilización sumergida cuyas ruinas creyó descubrir en el fondo del lecho marino. Allí habría un gran cristal energético -escribió Berlitz-, que obraría como una suerte de gran imán, capaz de enloquecer las brújulas y los aparatos electrónicos. Según la historiadora Adi-Kent Thomas Jeffrey, entre 1609 y 1814 se produjeron 10 misteriosas desapariciones de barcos en el triángulo. Pero la lista no es segura y se basa en información muy difusa.
En 1840 empiezan los registros que podían ser llamados "oficiales", donde cada dato está plenamente verificado.
Un bergantín norteamericano de 30 metros de eslora, llamado Mary Celeste , protagonizó el caso más interesante. Fue encontrado navegando con todas sus velas desplegadas, sin ninguna persona que lo tripulaba. Todo a bordo estaba en orden: la cama del capitán, que viajaba con su esposa y una hija, estaba tendida, su escritorio perfectamente arreglado, había abundante comida y agua potable, los botes salvavidas estaban en su lugar y las bombas de achique funcionaban perfectamente. Jamás se encontró la tripulación. El 4 de marzo de 1918 -un poco más al sur- se desvaneció el Cyclops, un barco cargonero de la armada norteamericana que llevaba 309 personas a bordo. Ese día el tiempo era perfecto. En abril de 1925 el mercante japonés Raifuku Maru lanzó por radio un frenético S.O.S. Una voz dijo en inglés: "¡Es como una daga! De prisa. Vengan a buscarnos... no podemos escapar... vengan rápido". Nada se supo de este mercante, que ese día navegaba por aguas tranquilas en el Triángulo de las Bermudas.
Después del Vuelo 19, decenas de aviones y cientos de tripulantes y pasajeros se perdieron en el fatídico sitio.
En el mes de octubre de 1954 un moderno avión Super Constelliation de la marina estadounidense desapareció en el norte del triángulo con 42 personas a bordo.
Estaba equipado con los transmisores más avanzados de la época, pero nunca nadie recibió un mensaje ni un pedido de auxilio. Pero el más dramático desastre ocurrió en la zona se registró en mayo de 1968, justo cuando Europa ardía en medio de las rebeliones estudiantiles que cambiaron el signo de la época en todo el mundo.En circunstancia opacó la noticia, que sin embargo era de una gravedad extrema. El día 21 a la noche, luego de pasar por los Azores, el submarino nuclear norteamericano Scorpion con 99 hombres a bordo, comunicó a su base de Norfolk que navegaba sin novedad. Fue su último mensaje. ¿Qué le pasó?.
Algunos años después se lo localizó hundido a 4000 metros de profundidad. Estaba aparentemente intacto y hasta ahora no se detectó un aumento de radiactividad en las aguas en las cuales está sepultado.
Pensar en un rescate es poco menos que imposible. Pero en sus entrañas de acero el reactor atómico aún debe seguir activo y los científicos dicen que los restos del Scorpion son como una bomba de tiempo que -si llega a estallar- podría contaminar todos los mares de esa parte del mundo, afectando también al Mediterráneo y al Caribe. Nadie quiere pensar en esa diabólica posibilidad.

PUERTA MORTAL

En este triángulo confluyen algunas de las corrientes marinas más poderosas del planeta.
La principal es la corriente del Golfo, de aguas cálidas, que marcha de sur a norte. Desde el norte circula hacia el sur la corriente Africana. De este a oeste hace sentir su influencia la corriente Norte Ecuatorial.
Esas tres corrientes forman un remolino de agua. Ahí se forman ciclones en pocos minutos.  




Durante la década de los '60 y '70, la creencia en el Triángulo de las Bermudas - ese trilátero imaginario formando por los vértices de las islas de Puerto Rico, Bermudas y Cayo Hueso en la Florida - no sólo era la moda, sino una materia de rigueur para cualquier interesado en la melange de temas que rodeaban al fenómeno OVNI y lo paranormal. La biblioteca personal de cualquier entusiasta casi seguramente incluía un buen número de libros, la mayoría de ellos ediciones rústicas, acerca de los misterios del mar: buques desvanecidos, objetos no identificados saliendo del mar, y la posibilidad de que la mítica Atlántida aún estuviese activa bajo las olas del Atlántico después de miles de años.
Autores como Charles Berlitz, Richard Winer y John Wallace Spencer se convirtieron en los máximos exponentes de la realidad de la figura geométrica en el agua que devoraba aparatos hechos por el hombre sin dejar rastro de ellos. Otros autores se vieron obligados a pescar misterios en otros mares: algunos, como Jay Gourley, los encontraron en el Lago Ontario, cuyas anomalías magnéticas siguen siendo una realidad hasta el presente; otros como Kevin Killey echaron sus redes en el "Meridiano del Diablo" cerca de la australiana isla de Tasmania.
Pero con el paso de los años, y la aparición de nuevas obras investigativas como la de Lawrence David Kusche, que apuntaban hacia un origen mundano de las desapariciones, o al hecho de que muchas de las embarcaciones jamás existieron, el interés por el Triángulo de las Bermudas comenzó a menguar, o al menos dejó de ser una fascinación para la nueva generación de fanáticos de lo paranormal. No obstante, todavía existe una cantidad de eventos sin explicar que tienen su origen en las aguas del Atlántico - eventos que jamás han sido incluidos en los libros que tratan sobre el tema.
"Atención, les habla el capitán..."
El 11 de junio de 1998, el vuelo 1844 de la US Airways con destino a Filadelfia desde San Juan de Puerto Rico, se encontró con una turbulencia considerable en pleno vuelo: una perturbación lo suficientemente fuerte como para suspender el servicio de bebidas y comida inmediatamente. El capitán se disculpó profusamente con los pasajeros, indicando que el aparato se encontraba "fuera del alcance de cualquier radar basado en tierra" y por consiguiente, no podía solicitar el cambio a una menor elevación. Mientras que el Boeing 737 seguía siendo juguete de las corrientes de aire, algunos pasajeros comentaron abiertamente sobre el Triángulo de las Bermudas, omitiendo las consecuencias sufridas por los aviones que entran en dicha zona. Después de varias horas, la turbulencia se redujo y el avión llegó a su destino sin percances. La turbulencia y los bolsones de aire pueden resultar atemorizantes, pero los viajes que parecen carecer de incidentes pueden ser igual de espeluznantes, como veremos a continuación:
El ejemplar de la revista Pursuit de julio de 1973 incluyó un caso bastante dramático narrado por Robert J. Durant, conocido por sus pesquisas ufológicas. Durant entrevistó a un piloto que volaba el trayecto entre la ciudad de Nueva York y San Juan de manera rutinaria, acostumbrado a los disturbios que suelen producirse en la zona y que en ocasiones han sido lo suficientemente fuertes como para arrojar a los pasajeros de un lado de la cabina al otro. En este caso, el piloto dijo que sus oficiales y la tripulación habían comentado sobre la tranquilidad del vuelo.
Pero poco después de haberse producido el comentario, destellos de electricidad estática de color violáceo
El pasajero promedio con la suerte de conseguir un asiento de ventanilla en un vuelo comercial apiñado tiene a veces más cosas que ver por la ventana que los cielos de color azul irreal y nubes blancas que se extienden hasta el infinito.
Debido a la congestión de las rutas aéreas, resulta posible ver hasta otros aviones pasando de largo a alturas estratosféricas. El que esto escribe tuvo la oportunidad de mirar por la ventanilla y ver, desde una perspectiva de treinta mil pies, un buque de carga surcando las aguas del Atlántico. Si el observador fortuito llega a ver semejantes cosas, podemos esperar que las tripulaciones de los aviones de línea lleguen a ver objetos aún más inesperados.
El 13 de abril de 1963, la tripulación de un Boeing 707 viajando desde San Juan hasta Nueva York presenció algo totalmente inesperado: luego de haber despegado normalmente del aeropuerto de Isla Verde y ascendido a la altura de crucero de 30,000 pies media hora después de haber dejado Puerto Rico, el copiloto advirtió a sus compañeros de vuelo que se producía un fenómeno desconocido debajo del reactor: una enorme "burbuja" que se formaba en la superficie del Atlántico.
Los hombres en la cabina de vuelo del 707 no daban crédito a lo que estaban viendo. La burbuja aumentaba de tamaño, y los cálculos posteriores realizados por el piloto indicaron que el fenómeno tenía casi una milla de ancho por media milla de alto. ¿Habían presenciado, acaso, una detonación submarina, una erupción volcánica, o uno de los fenómenos característicos de la zona? Treinta y ocho años después, "la burbuja" sigue siendo un misterio. Algunos han aventurado la posibilidad de que la tripulación del 707 pudo haber presenciado la explosión submarina de un dispositivo termonuclear, o una prueba artificial siendo realizada en el fondo del mar.
Las manifestaciones de alta extrañeza no resultan fuera de lo común en esta región del Atlántico, aunque, a veces, su explicación resulta prosaica. El 21 de agosto de 1969, los ciudadanos de la República Dominicana presenciaron una enorme nube blanca que se expandió a dimensiones prodigiosas, formando círculos concéntricos antes de disiparse. El pánico cundió entre los testigos, quienes temían que "el fin del mundo" había llegado, o que la nube presagiaba algún evento de significado oculto. No obstante, resultó ser parte de una operación denominada "proyecto Stormfury", cuya meta consistía en acribillar a los huracanes con yoduro de plata para disminuir su potencia. Semejantes experimentos, realizados a alturas estratosféricas, a menudo resultan visibles a cientos de millas de distancia.

Desapariciones de alta extrañeza

El marinero puertorriqueño Roberto Gainer casi llegó a ocupar su puesto en la tradición de los que se han esfumado por completo en las aguas tropicales. Por suerte, la inmortalidad decidió pasarlo por alto.
Zarpando de San Juan en el mes de octubre de 1976 a bordo de una balandra, el navegante de 23 años de edad se disponía a disfrutar de un día de actividad marítima cuando el timón de su nave se rompió repentinamente. La balandra se vio arrastrada cientos de kilómetros hacia el mar abierto por poderosas corrientes, y el radio transmisor de Gainer carecía de la potencia necesaria como para comunicarse con la costa. Durante las dos semanas y media que siguieron, el barquito fue arrastrado a quinientas cincuenta millas de Puerto Rico. De no haber sido por la casi providencial aparición de un carguero alemán que captó la balandra en su radar, la desesperación del joven Gainer habría sido achacada al voraz Triángulo de las Bermudas.
Pero al igual que sucede con la aviación, hay desapariciones misteriosas que tienen matices paranormales y hasta ufológicos. El caso de Freddy Miller, relatado detalladamente por Sebastián Robiou en su monumental Manifiesto OVNI: Cuba, Puerto Rico, Republica Dominicana (Ed. Punto y Coma, 1979) corresponde a esta categoría.
El 5 de mayo de 1959, una embarcación salió de la ciudad de Santo Domingo con rumbo hacia la playa de Boca Chica a 20 millas de distancia. A pesar del magnífico tiempo primaveral y la tranquilidad del mar, el velero de diecinueve pies que transportaba al productor y director de televisión Freddy Miller y sus pasajeros (dos mujeres y dos niños), desaparecieron sin dejar rastro alguno. Se realizó una búsqueda de tanto las aguas dominicanas como las adyacentes utilizando los servicios de rescate de la época, pero jamás volvió a saberse nada de las cinco personas.
Trece años después, el 22 de septiembre de 1973, Virgilio Gómez, un gerente de ventas para una de las compañías de seguros mejor conocidas de la República Dominicana, iba de camino a visitar una granja experimental, propiedad de la universidad nacional, en las afueras de San Cristóbal, 15 millas al oeste de Santo Domingo, para aconsejar a los propietarios sobre la clase de seguros que debían tener.
A eso de las 9 a.m. mientras que Gómez se desplazaba hacia su destino, vio que una persona le hacía señas desde el borde del camino. "Pensé que lo prudente sería evitarlo", diría el agente de ventas posteriormente en una entrevista. "Pero al acercarme, me di cuenta que el sujete iba vestido completamente de verde y que habían dos más parados a 5 ó 6 metros de distancia del primero. Pensando que podría tratarse de una garita militar o algún accidente, decidí reducir la marcha con cuidado. Me detuve a 10 metros de la primera persona y mantuve el motor encendido..."
Según Gómez, el hombre en el traje verde le dijo que se llamaba Freddy bbd952
Miller, y que "supuestamente" se había ahogado junto con otras personas, aunque de hecho lo había rescatado un aparato moderno, "un módulo conocido a la gente como OVNI".
Creyendo que se trataba de una tomadura de pelo, Gómez le hizo el juego y le preguntó al hombre que de dónde venía. Se quedó pasmado cuando el personaje repuso sobriamente que venía de Venus, y que su rescate se debía "a sus conocimientos en la tecnología de la radio", agregando que no había cupo para los desventurados pasajeros del velero, y que tampoco habrían sobrevivido al "proceso de adaptación".
Gómez señaló que su interlocutor alienígeno tenía una piel grisáceo-amarillenta que resultaba repugnante, carecía de pelo, y hablaba en un tono de voz grueso y ponderoso. El cuerpo del ser estaba cubierto por un mono de color verde sin cremalleras ni bolsillos. Llevaba un gran reloj pulsera "parecido al que utilizan los submarinistas" en la muñeca izquierda.
El agente de seguros pudo ver un vehículo a medio ocultar en la maleza al lado del camino, cosa que le hizo darse cuenta de que la situación no era una broma. La nave de configuración ovalada tenía un brillo parecido al del cromo y tenía el aspecto de una pelota de fútbol americano, sin ventanas y sin remaches.
El supuesto "Freddy Miller" pasó a explicarle que tanto él como sus compañeros estaban realizando investigaciones en la "fosa de Milwaukee", la trinchera submarina que alcanza profundidades de hasta 20,000 pies y que forma parte de la fosa de Puerto Rico. Los supuestos extraterrestres estaban preocupados por la posibilidad de que se produjese actividad sísmica en dicho lugar, con consecuencias devastadoras para Haití y la República Dominicana.
Se le aseguró a Gómez que los alienígenas "harían lo posible por evitar el cataclismo" programado para el 28 ó 29 de octubre de ese año, y le pidieron que abandonase la zona inmediatamente. Acatando la orden del extraño sujeto, el agente de seguros se alejó del lugar, inspeccionando su espejo retrovisor para ver si podía presenciar el despegue del OVNI. De repente se sintió invadido por una sensación de temor, y aceleró hasta alcanzar su destino original.
Al regresar a su hogar esa noche, Gómez informó a su esposa y parientes del encuentro con "Freddy Miller" y sus experiencias aquella mañana. La historia no tardó en difundirse entre los parientes de Gómez, y dentro de poco, el agente de seguros se vio obligado a relatar su experiencia durante el transcurso de una cena cívica. El caso salió en los principales periódicos dominicanos. Según fuentes, Virgilio Gómez posteriormente llegó a ver una foto familiar en grupo y pudo indicar cual de ellos era Freddy Miller.
A pesar de los visos de alta extrañeza del encuentro de Gómez, es un hecho innegable que la actividad sísmica era considerable el día en que se produjo el incidente. El investigador Sebastián Robiou indicó que se produjo un temblor en la fosa de Milwaukee pocas horas después del encuentro con "Freddy Miller".
Pero, ¿y qué hay con "Freddy Miller"? Las fotos del desaparecido deportista y productor de televisión muestran a un hombre calvo, mayor y con espejuelos que no guardaba parecido alguno con el ser que conversó con Virgilio Gómez. A pesar de sus actividades en el mundo de la televisión, el verdadero Miller carecía de experiencia significativa en tecnología radial, el motivo por su resurrección a manos de los "venusinos". Aunque este caso ha caído en el olvido, ocupa un lugar de honor entre los misterios del mar.

El Triángulo: ¿desactivado por exorcismo?

Los cínicos afirman que la pérdida de interés en el Triángulo de las Bermudas se debe a que no se han producido desapariciones en los pasados 25 años. Los percances se deben ahora a la falta de pericia de los navegantes o a las víctimas del narcotráfico, pero las mejoras en el sistema de navegación LORAN y ahora la navegación por satélite (SATNAV) ha ayudado a que el bote más pequeño regrese a puerto seguramente.
Otros afirman que el fin del misterio en el confín occidental del Atlántico Norte se debe a circunstancias tan extrañas como las desapariciones.
A comienzos de la década de los '50, el Reverendo Donald Omand - cuya fama en el mundo de lo paranormal alcanzaría dimensiones insospechadas después de sus exorcismos en el lago Ness y en varias casas encantadas en Inglaterra - aceptó la invitación extendida por un amigo de Miami a dar un paseo en su yate, "Dainty Dinah". Cuando el yate perdió de vista la costa de la Florida, se produjo un cambio abrupto en las condiciones meteorológicas, y la embarcación quedó a la merced de una mar embravecida y vientos aullantes. El propietario del yate informó al reverendo que los cambios repentinos eran característicos del "Triángulo de las Bermuda
"Nunca sospeché que veinte años más tarde me vería enfrascado en un intento por desentrañar sus misterios y vencer las fuerzas diabólicas que lo ocupaban", escribiría Omand en sus memorias. "Aunque en aquel momento no pude atisbar el futuro, estaba muy consciente del presente".
El reverendo Omand describió que el sonido producido por el viento y las olas se parecía un canto, o gemidos provenientes de cientos de gargantas, cambiando de una nota musical a la otra. Se dio cuenta de que lo que presenciaba era un evento sobrenatural. "Repentinamente, la tormenta amainó y dejé de escuchar el canto. Me di cuenta entonces de que las voces que cantaban llevaban siglos de estar muertas: se trataban de las almas de los esclavos africanos que murieron en el cruce desde Africa hasta las colonias americanas. Muchos de ellos habían sido arrojados por la borda en esta parte del mar", escribió Omand. Antes de regresar a Inglaterra, el reverendo comentó su teoría con algunos estadounidenses, quienes la encontraron francamente descabellada. Pero otros, como el Rev. Martin Luther King, le escucharon con gran interés y coincidieron con su interpretación.
En 1977, el Rev. Omand manifestó ante un congreso internacional que la causa de los eventos en el Triángulo de las Bermudas se debía a los cientos de esclavos que murieron en tormentas, o que fueron echados al mar por estar enfermos o en mal estado antes de llegar a las Indias Occidentales o Norteamérica. "[Entre ellos] pudo haber habido una personalidad dominante, casi seguramente un hechicero, quien maldijo esta región del mar. Sabemos que en el Africa existe esta clase de personas y yo mismo he experimentado la envergadura de sus poderes".
El 16 de enero de 1978, el reverendo Omand realizó su exorcismo del Triángulo, un evento cuidadosamente sincronizado con otras ceremonias que se llevarían a cabo en Miami y en Puerto Rico. "Se ofrecerán plegarias por todos los que han muerto en el Triángulo, y por los esclavos que murieron durante el cruce desde Africa, pidiendo a Dios que el amargado corazón, vivo o muerto, responsable por las condiciones del mar, conociese la compasión cristiana y pudiese superar los poderes del Maligno".
A las 7:30 a.m., el reverendo comenzó el exorcismo, concluyendo con el rito mozárabe y la invocación final, esparciendo agua bendita sobre las aguas del Atlántico. Omand se desmayó poco después de haber concluido el rito, advirtiendo a los presentes que era algo que siempre le sucedía.
Doce días después, el 28 de enero de 1978, un Boeing 727 de la aerolínea National que volaba entre Miami y Newark, perdió potencia en sus tres motores y cayó casi en picado una distancia de siete mil pies. La avería en los tres motores era algo que iba contra todos los cánones de la aviación moderna, pero cinco minutos después, los tres motores volvieron a funcionar y no hubo muertos que lamentar. Se afirmó que el final feliz del incidente se debió al éxito de la ceremonia realizada por el reverendo Omand.

Conclusión

¿Existen regiones en el mar que infundan más temor que otras, o que son más misteriosas que otras, o acaso sólo se debe a la percepción humana de los hechos? Después de todo, cada uno de los cuerpos de agua de nuestro mundo tiene su propia casuística de enigmas sin resolver y regiones en dónde se producen anomalías. Debido a la ubicación del continente americano con respecto al Atlántico, y los patrones de conquista y emigración seguidos por las naciones europeas, tal vez conocemos este mar un poco mejor que otros, pero exista o no un Triángulo de las Bermudas, siempre habrá misterios marinos que comentar.
Especies Desconocidas encontradas en el Triangulo de Las Bermudas
Los científicos se han vuelto a encontrar otra vez con una agradable sorpresa: entre los más de 1.000 organismos diferentes recogidos en las profundidades del océano Atlántico, en la zona del Triángulo de las Bermudas, han aparecido numerosas especies desconocidas.
Se trata de pequeños organismos de zooplancton, animalitos parecidos a los camarones, gusanos y medusas, que tienen una gran importancia porque de su estudio dependen cosas que aparentemente no tienen demasiada relación, como el calentamiento global del planeta o el futuro de la alimentación humana.

Esta recopilacion de datos son hechos en Paginas Internet
Son Todos Enigmas o Piratas Modernos
Grandes enigmas del Mundo sin resolver

Marzo 2010
Recopilado por AGS

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